Patria (s)
Había pasado meses sin lograr escribir, más que
el recibo de mis días en una bitácora que inicié y que no pensé tampoco que
continuaría, escribía lo mismo de siempre, pero con fechas distintas, aunque en
verdad siempre escribo de lo mismo, sobre alguien, sobre algo, sobre quien soy,
lo que veo, lo que siento. No estoy hecho para odiar la vida. Me cansa. No me
fabricaron para seguir la misma ruta, de la oficina a la casa, con las
campanadas de las dos de fondo y el olor a pizza sobre la esquina, con las
caras y las conversaciones de los otros que se asoman después de que suena el
campanil, que parecen reír o hablar, pero que en el fondo no dicen nada, son
figurantes. Me agota ver el absurdo, quiero constantemente dejar de serlo.
Quiero más, quiero. Pero aun con todo esto, pensar que estoy roto es una
mentira, o una mierda, o que no soy el mismo, es falso. Porque llevo por lo
menos cinco años hablando de las mismas cosas, cinco años cansado, podría
clasificar por fechas todas las veces en las que he escrito que detesto vivir
en Concepción y como el día a día me hace sentir, ¿Si estuviera roto cuestionaría
cada bucle que doy? O ¿Podría querer con fuerza mirar la alhambra? Le doy vuelta
a un par de nombres que se me pierden, aunque es uno muy largo, al que al
parecer le han quitado silabas, o letras, porque sobraban. Pienso en cuentos
perdidos cuya autoría a simple vista hoy podría negar, no porque no crea
haberlos escrito, sino porque no sabía que podría haberlo hecho, y me resigno a
que el sabor a hiel que traigo desde hace unos días no tiene porqué dominarme.
Recito en mi cabeza una duda —¿Por qué tienes ojeras esta tarde? Tienes la línea
de los labios fría. Y después vuelvo a mi mismo y a la traición que sería
negarme. Escucho, solo de casualidad, una voz hablándome de una boca enamorada,
y veo una imagen en mi mente de un adolescente en una plaza resquebrajándose la
frente, escribiendo un poema de memoria, mientras una línea de sangre le cruza
la cabeza. No recuerda el poema letra
por letra, ni por verso, ni por rima, aun así, sabe muy bien que significa, no se
despega de él, de lo que representa; es sobre una casa de mentira o de un lugar
esporádico, un sitio que se reconstruye cuando dos viejos amantes se juntan, pero
que no dura mucho más que cuando las campanadas de las doce crujen sobre el
cielo, en ese momento lo desarman, para
tomar caminos separados y abandonarse. Le duele, se le ponen los ojos brillosos,
de adolescente se vuelve niño. Tirita, recuerda otra voz, menos desafiante, aunque
algo sádica, que de la impresión le cerró la puerta en la cara. O eso fue lo
que sintió cuando dejó de escucharla. No estoy hecho para odiar, me agobia.
Para cambiar ¿Cuánto? ¿Cuánto podría? Si ver cosas extrañas en la calle aun me
da risa, y sigo quedándome en la casa la mayoría de los sábados por la noche,
esperando con ir más lejos, siempre más lejos. No es que uno sea triste, pero
lo representan como un siete, mucho más feliz, pero no lo suficiente, porque días,
semanas o años malos pueden juntarse. Llega a dar risa. No soy alguien triste,
si yo mismo me doy risa, y sí, hay semanas. El ultimo agosto fue retrogrado. Pero
¿Crees que después de todo esto te podría dejar de querer? —¿Dónde has estado
de madrugada? cuándo busqué tu palidez cobarde en la nieve sin sol de mi
almohada. Tienes la línea de los labios fría. Se dice el joven después de haber
terminado de escribir letra por letra el poema, al final si lo aprendió de
memoria, en lápiz azul sobre hojas de oficio;
Y debo decir que confío,
Plenamente en la casualidad de haberte
conocido.
Que nunca intentaré olvidarte, y que si lo
hiciera no lo conseguiría.
Que me encanta mirarte, que te hago mía con
solo verte de lejos.
Que adoro tus lunares y tu pecho me parece el
paraíso.
Que no fuiste el amor de mi vida, no de mis
días, ni de mi momento.
Pero te quise, y que te quiero, aunque estemos
destinados a no ser.
Cortázar.
Ese yo de dieciocho, muy similar al de veinte,
y que hace un par de días se miró en el espejo con el de veintitrés, lo sabe.
Si no fuese el mismo, si no fuera, no sabría. Tal vez olvido, gran parte de las
cosas estarán sobre el olvido que seremos, porque manteniendo esas hojas
dobladas hasta volverse amarillentas ¿Habrá nave que me pueda llevar? Si mas
allá de lo que digo, lo que escribo, hay un botín de guerra lleno de fotos y de
cartas, esperando a ser saqueado.
Confío plenamente en la casualidad.
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