MADRID_1
Nada en mi carne, ni en mi mente ha cambiado. No lo
creo. Mas la vida se siente diferente, con los nudillos haciendo fuerza por la
M-30, y el Riu de fondo mientras se le encienden las luces. Nada es demasiado
distinto, mas ¿te das cuenta? Deseo llamarte ¿Qué me lo impide? Te gustaría ver
el atardecer en el mirador del templo, se que te gustaría. Mi piel se ve igual,
un poco más bronceada, y sé que sigo arrastrando los pies cuando camino. Me he
dado tiempo para la lectura, para saber de aquello que no, para recordar
aquello que sí, y siempre tú en algún lado, siempre hay un poco de ti entre las
librerías que te dan dos libros por ocho pavos, o en el sabor del concho del
café por la mañana. Vi que anduviste por las fiestas, que volviste cerca de tu
casa. Ya no eres la misma, de eso estoy seguro. Hace mucho que estoy seguro de
que no eres la misma que prefería quedarse en el auto encerrada. No te acuerdas,
lo sé. Me gustaría que lo hicieses, que recuerdes ese día como yo lo hago (o tu
cara furiosa de tanto odiar) ¿Y qué tendrá que ver con Madrid? Algo, voy a
suponer que algo, en lo que dice tu ultima carta, la que me traje para leerla
siempre que quiera, traer tu espectro, tu pulso, ¿te arrepientes de no
abrazarme más? Sabes lo que pienso al respecto. Hay un sabor distinto, aunque
si te aparecieses en alguna esquina, en alguna de esas plazas.
El otro día fui al museo del Prado. Te vi tantas veces
en otras espaldas, de otras personas, en otras sombras que tímidamente en su
rastro guardaban algo de ti, un corte de pelo parecido, o el mismo gesto en los
dedos cuando abrazaban sus codos. Por breves cuartos de segundos eras tú, ni
menos, ni más, porque sería imposible que se replique tu semblante por una
cantidad realmente considerable en otras. Pero, te vi, por ese destello en mi
mente fuiste, y quedó un sabor porque fueras, y un poco de lo mismo de siempre.
No te vengo a contar de eso, de las peripecias de nuestro amor extraño, y de lo
que me sucede de repente, de quererte con ganas, aunque tenga un poco que ver
¿Sabes? Quiero contarte, decirte, que sería por lo bajo agradable que esas
copias de segunda mano del chino más industrial hubiesen sido por más de un
segundo corto tú, por un minuto largo, una hora infinita, que tus ojos
contenidos vieran con curiosidad a Tiziano, y tu cara haga los gestos que
haces, y en mi fuero interno me encuentre empapado-de-saber-que-eres-tu.
Está ciudad. Me siento extrañamente bien en esta
ciudad. ¿Cómo sería si estuviese realmente empapado?
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