Fiestas
Antes de soñar después contigo. Cerrar los ojos y vernos en esa realidad paralela, ese quién sabe dónde. Quién sabe cuándo. Me quedé parado esperando. Viendo cómo te desvanecias en medio de una lluvia inexistente, entre las luces naranjas que confirmaban que te ibas, cuando al pasar por las farolas veia tu sombra haciéndose cada vez más negra y tu cuerpo mas pequeño.
Viendo como avanzabas al ritmo de los que viven en una ciudad muy grande, desapareciste en perspectiva, y me quedé ahí -viendote-desaparecer-. ¿Dará lo mismo? Quise decir. Porque no da -no-da-lo-mismo-
¿Habrán sido cuántas? No más diez sílabas y un poco más de cinco. No quise. Decirte nada.
—perdona.
Por -clavar-el-puñal-
—perdona.
Que de un momento a otro mi lengua se volvió acero, y te fuiste. Se desparramó sangre, porque ví unas gotas. O en mi cabeza cuando me acuerde tal vez estaría lloviendo, como aquí siempre llueve, como suelen caer gatos sobre los techos y las viejas se ponen a freír sopaipillas. Ví tu piel —diluyendose. Y tus ojos desaparecieron dentro de más de lo mismo.
Tendría que ser. ¿Tendría?
Ahora nada. Supongo. Ya casi ni me acuerdo.
—¿En qué momento? ¿En qué palabra?
Ya casi. Al momento veintitrés. Supongo. Algo sobre un regalo de navidad.
Al volver a la esquina, confuso. Vi otras sombras y sonrisas. Esquivas. Aunque no había nadie, en el fondo, nadie que me importe. Me subí al auto y al abrir los ojos de nuevo estaba mirando el techo. Tumbado. Te quise tanto. Quería. Y te pierdes de nuevo, te haces sombra. Te pierdo el rastro. Tendría. Tendría.
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