Pasó en otoño

 

En uno de esos días, cuando deja de llover por un rato y comienza a salir el sol. Un sol tímido, que no calienta nada y que viene acompañado por una masa fría que retumba en las paredes, que inunda de un invisible blanco el entorno, y llena de parcas y abrigos la avenida. Ya no le quedan hojas al tilo y la calle está llena de agua, a lo lejos del mar solo se ve el resplandor de las olas que anuncian que el viento ha llegado para quedarse y ni las gaviotas se agarran. En la cocina come el Bicho, y a ratos juguetea inquieto entre las sillas, y te mira y se ríe y a ratos algún ruido fuerte le hace llorar. Hace un año ni si quiera sabia que existía, que estaba por venir, y ahora lo veo, casi caminando, casi hablando, durmiendo con la boca abierta ¿Quizás que cosas estará soñando? En doce días cumple su primer año. A su alrededor más próximo solo hay risa, un aura de amor entre besos y abrazos que acaloran el frío del otoño al sur del mundo, carcajadas de ternura y el murmullo de unos pasos que se restringen a ir firmes. Balbucean y a ratos dicen cosas que parecen no tener sentido. -¿Sabrá el Bicho lo que está pasando a su alrededor?- después, lo sabrá por historias, que le digan que pasaba por esos días, que ni sabe que va a estar de cumpleaños, ni que los ojos de la abuela no están rojos solo por el frío. Que no es el único que llora por susto o por dolor. -Hay que llevarla- el olor a muerte es innegable, se expele, como a fruta podrida con sangre, se cuela por la garganta y la anuda -¿Sabrá el Bicho quién fuiste?- a ratos gruñe, pero ya no ladra, y hace mucho tiempo que ya no nos ve. Juega bebé Bicho, duerme, y sueña con aquello que te gusta, con las canciones que te ponen a veces en la tele, o con tu madre, o quien sea en tu mente tu héroe, -¿Sentirá en unos años que en algún momento supo volar?- porque afuera hace frio, y la perra agoniza en silencioso dolor. Le tiritan los ojos, pero ya no nos ve. En la entrada de la clínica, a primera hora. Abuela ha salido temprano. Es una emergencia, ¿No pueden ser compasivos con una emergencia? Ladran en el piso de arriba los hospitalizados, a la perra la llevan al box. Y hay que solo esperar, que la vean -Si investigamos quizás tenga cura, les aconsejo que lo hagan, porque es mejor no dejarla ir con la duda- dijo la doctora, que la revisen, que quizás sane -¿Por cuánto más irá a ser? Sí tiene quince años- y los había acompañado cada días desde ahí, desde que la encontraron amarrada en un saco, llegó en remplazo de otra muerte, la del patriarca, unos días después del sepelio Abuela de Bicho la escuchó, gruñendo con mucha más fuerza, ladraba o casi lo hacía, se retorcía y lloraba, y la encontró y la sacó, y era pequeña, de dos meses o algo así, no tenia más. Se hizo una fiesta y concurso para ponerle nombre, el tío Vito propuso María, pero la tía María le pegó en canillas y le lanzó una mirada despiadada -¡Le van a cortar el agua compadre!- gritaron al fondo, ella propuso el de Espada, pero se rieron diciendo que no tenía pinta de justiciera. La tía Inés propuso el de Flor, porque ya estaba siendo primavera y el tío Matías dijo Coca, y se rieron de nuevo todos, por algún motivo. La Mariana dijo Princesa, el Carlos dijo Reina y la Abuela gritó - ¡Me aburrieron, vamos a anotar los tres mejores y vamos a votar!- y ahí quedaron: Pituca, Estrella y Reina. Ganó el segundo, y se quedó, y nadie puso oposición alguna, quizás porque ya habían bebido demasiado y el concurso en verdad nunca tuvo mucho sentido más que el de reunir a la familia, y así siguieron y así le pusieron su nombre, hace quince años cuando vos no existías. Tu papá tenía recién siete, calcula. – El pronostico es pésimo, si la operamos no va a vivir más de una semana- Dijo la doctora. y Abuela de Bicho le acarició la cabeza, y dijo que nada más queda, que qué se le va a hacer si tampoco es que esté concursando por ser la canina más longeva, que tuvo amor y una familia, que se enfrentó a las bestias en más de una ocasión, y que ya no mecía la cola cuando llegaba la casa, ya no le ladraba a gato Ulises y que incluso se dejaba rasguñar por él, cuando antes le mordía la cola y en más de una ocasión estuvieron a punto de irse al purgatorio juntos. Qué se le va a hacer, si ya nos dio alegría, que se le va a hacer dijo entre lágrimas. Y se ordenaron los procedimientos correspondientes, y los papeles que se deben llenar y el suero cambió por diazepam ¿Habrá gruñido si hubiese estado más despierta?  Se fue en silencio y ¿Cuál habrá sido la primera imagen que vio cuando se fue a dormir? Y la subimos al auto, entre la manta donde la trajimos, y la vuelta a la casa fue silenciosa, ni la radio estaba encendida metiendo ruido de fondo y ni los demás autos tocaron la bocina alrededor, y el auto se quedó de cola en el estacionamiento y bebé Bicho golpeaba la ventana feliz de ver a la abuela y se paró para abrazarla y la abuela río un poco y se secó el empañe en los lentes. Tu papá y tu tío hicieron el hoyo. E improvisaron una cruz y unas palabras -Aquí yaces Estrella, de mi corazón, de mis días- y al perderse entre la tierra hubo abrazos, y Bebé Bicho inauguró el llanto, quizás por el frío, por hambre o porque sí. Fue en pleno otoño, cuando faltaban doce días para que cumplas tu primer año, te lo cuento no porque te acuerdes, sino para que sepas.

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