LAS ROCAS

 

Leí, las fraudulentas convicciones esculpidas en piedra, no por la firmeza que buscaba asegurar, ni por creer de lleno en el éxito de lo que mi boca había gritado. Porque lo grité con fuerza. No, no tiene que ver con la fe, aunque fue un acto de esta, tampoco con el amor, ni el deber, las escribí en piedra porque estaba cegado, por la audacia que significaba el valor de demostrarse así, de que alguien más deposite su credo en mi boca, en mi labia. La capacidad de mantener contenta, la promesa conmigo de mantenerse fiel e inmaculada, por nadie más que sea yo. Nada resultó como lo llegué a estimar, o llegué a decir que estimaba, y esas rocas esculpidas hoy no son más que decoraciones sentenciadas a llenarse de musgo, de sepultarse hasta ser desenterradas por quién sabe qué curioso, por el que llegue a verlas de nuevo, y con suma probabilidad se vaya a preguntar:

-        ¿Será posible amar así? 



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