NO QUISISTE DECIR NADA; YO TAMPOCO
Así como tú,
No quisiste decir nada; yo tampoco.
Lo sé,
Pero no tenía,
La necesidad de emitir alusión alguna.
Te quería, te quise.
Ya es tarde,
Lo sé,
Hay un exceso de tiempo entre nosotros.
Ha caducado el amor.
Ha caducado incluso aquello que nos sostiene, tanto como
para aclarar qué;
Mientras descansaban tus manos heladas en mi pecho, hubo
más que solo deseo.
En esas tardes, de lluvia anacrónica, de frío insolente había
emoción.
Un número enorme e inexacto de mariposas, todas igual de
fieras por tratar de
Huir de mi estómago. Pero, aun así, no quise, no quise
decirte nada.
Son ilusiones mencionar todo esto ahora, por ejemplo; los
robles que nos
protegieron del temporal del verano,
de nuestra charla trivial,
de nuestros ojos perdidos; en los labios del otro,
en las caricias tímidas previas a perder la inocencia,
han perdido sus hojas.
Hace unos días estuve ahí y ya nada es como ese día, ni las
bancas, ni el césped,
Ni la casa morada que tanto te gustó,
Pero pude percibir de nuevo como te quité las gotas del
rostro, como tus pupilas hacían un
Túnel
Que me atrapaba,
Lento, muy lento,
Como me hacían ver mi vida,
Despacio, muy despacio,
Y recordé tus ojos de cerca,
Y tus labios tratando de devorarme, consumirme.
Ese aliento aun no ha podido escaparse.
Pensaba en ti, lo hacía.
cada día.
En tu piel bajo las sábanas,
En las charlas más profundas, en las que descendimos después,
de haber sido bestias
Y haber vivido de nuestras sangres,
De la hiel desafiante, al no verte, al paso de los días.
Pero, aun así, no quise, no quise decirte nada.
Perdón no busco, jamás. Porque soy un pecador al cual la redención
es inviable. Solo quiero que sepas,
Que te quise, te quise.
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