NADA MALO
Vamos, nada malo puede suceder si estamos juntos o algo así me dijo, que no era primera vez que lo hacía, que la noche y la mar estaban tranquilas. Y que va, me decidí y me monté con ellos, todavía recuerdo las luces, las cálidas luces de la costa haciéndose más y más pequeñas. El viento o la sal o el frío, o que nunca volveré a ver a mi madre, ya no se que duele más. Ý la música se hacía una con las olas rompiendo en la quilla, y la luna también brillaba, llena se reflejaba en el horizonte, y se mezclaba con las risas, que al principio eran joviales, envueltas en bromas, en genuina alegría, la había, y abrazos y besos fraternales y todo eso que sucede entre los grupos grandes de hombres que se conocen hace años, pero yo no los conocía lo suficiente. Nada malo puede suceder si estamos juntos, y entre la condena en la que me encuentro pienso, mi mente da solo hasta allí, después de repetirlo en mi imaginación no me queda más que procesar, nada malo puede suceder. Y no lo vi venir tampoco, porque la bebida me había contagiado incluso a mí, me dejé llevar por el ambiente, por la mala muerte y su atractivo, por las líneas blancas que prometían mantener la perspicacia. Se precisar cuando todo se trastornó, pero no todo el camino que pasó hasta llegar ahí. Hubo un par de risas y el lanzamiento de unos chorros desde la borda al mar, y después volví a entrar a la cabina. Hijo de puta. Por qué lo trajiste. Mira lo que hizo. Y que sabía yo me preguntaba, no sabía lo que hacía, honestamente no sabía lo que hacía, porque tampoco decidí tropezarme, aunque sea vago mencionarlo porque al fin y al cabo si había decidido subirme a la que fue mi perdición, si me monté creyendo que no iba a durar toda la vida como lo terminó siendo, me tropecé y en su defecto di vuelta la lucidez, se torció la cura de la borrachera y era la última que quedaba, y todo se volvió en gritos y empujones, botellas quebradas entre mí, mi acompañante y los demás, ahora si que nos habíamos descarriado, el papelón nos volcó, el hedonismo, ojos abiertos y malditos infundidos por una rabia absurda, descontrol, frenesí, enfermedad, hasta que todo se nos vino encima, primero fue un rayo, del que solo vi el resplandor, porque el trueno se perdió entre las voces amargas, después fue una bruma gris que no tardó en ir creciendo hasta volverse una tempestad y ahogar la luz brillante de la luna, y los rayos eran más gritones que los navegantes, estábamos a su merced. Ya no era solo el interior de la cabina. Tampoco pasó mucho tiempo en ninguno de los casos, o así se siente, como cosa de segundos, entre la pelea y que la tormenta nos consumió debió ser a lo mucho veinte minutos, pero se sintieron segundos, hasta que la ola nos abrazó totalmente, y todo se desmoronó rotundamente. Y ya no se que duele más, el frio entrando a mis huesos, o el ser uno más con el agua, o saber que quizá pasen horas hasta morir concluyentemente. Y vi la luna de nuevo, y unos rastros de mi vida, pero no volví a ver a los navegantes ni a mi acompañante ni a la barca, y quiero pensar que tal vez sea yo el único en haberse perdido, porque así sería solo uno menos y no seis, porque así sería una sola la familia doliente y no seis. Nada malo puede suceder si estamos juntos me dijo.
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